miércoles, 20 de agosto de 2008

Amandititita la reinita de la anarcumbia

Un mundo donde los hombres se aplican mascarillas y productos de belleza para la piel, los usuarios del transporte público pagan unos centavos más para poder vivir la experiencia de las montañas rusas y el “acapulcazo” en los balnearios de esta ciudad es una realidad en el zócalo capitalino, es el retrato de la producción de Amandititita, La Reina de la Anarcumbia.

Con títulos como “La muy muy”, “Metrosexual”, “La mataviejitas”, entre otros, se experimenta una postal auditiva de los diferentes méxicos que conviven a diario en el Distrito Federal.

Amandititita mezcló de manera divertida los sonidos cumbieros, algo de “Electrónica” y las historias que se podrían encontrar de manera cotidiana en periódicos amarillistas o, que le sucedieron a “algún” conocido. Así que, hasta el más finolis se para a bailar donde quiera que suene este ritmo.

La Reina de la Anarcumbia, por el tipo de ritmo y ese toque de eclecticismo, ha dejado a este álbum sin lugar donde pueda encajar dentro de las corrientes musicales contemporáneas, y también es cierto que: o se ama, o se odia.

Dada su rareza audible es una buena propuesta para salir de lo cotidiano y dejar de oír a “lo que suena como siempre”.

sábado, 9 de agosto de 2008

Retrospectiva José Luis Cuevas.

El Palacio de Bellas Artes presenta esta exposición en homenaje a uno de los pintores pertenecientes a la generación de la ruptura. Se exhiben mas de 200 obras (1948-2008), entre pintura, grabado y escultura.

Aunque la exposición está dividida en varias secciones, la mayor parte de la obra se centra sobre los mismos temas: deformaciones, vicios, el morbo hacia la sociedad que lo rodea que, desde el principio de su carrera y hasta los años 60s, es una forma de crítica, pero ¿qué pasó con el artista entusiasta que gustaba de usar su arte como medio de protesta?

Su novedosa forma de hacer su trabajo se ve influenciada por algunos representantes de la pintura Flamenca y Barroco holandés, aunque también ha recibido gran influencia de la literatura fantástica.

La sexualidad mórbida, la deformidad como belleza en las líneas que reinventa en cada papel junto con los vicios de una sociedad estancada, nos muestran la forma de mirar a través de los ojos de cuevas: colores oscuros en fondos ocres, miradas ausentes, bocas a las que se les ha escapado la sonrisa. No hay esperanza al acercarte a las obras de este artista que se muestra en distintas facetas, disfrazando su Yo entre acrílicos y aguas fuertes.

jueves, 7 de agosto de 2008

George Grosz. “The city” (1916-17)

Las dulzuras de lo cosmopolita tienen un precio,

es el no poder detenerse en tan delicados lugares

para saborear su ambiente.

Con la utilización de una amplia gama de rojos y algunos toques de otros colores regados por ahí, encontramos rostros, sombras que se mueven al ritmo de los latidos de una ciudad sin descanso.

Esta obra refleja lo que los habitantes de las grandes ciudades podemos saborear: grandes avenidas, lugares a dónde asistir, mundos que cambian con sólo atravesar la calle; risas, diversiones. Pero ¿cuál es el precio de tantos lujos? Estos ciudadanos que pueden saborear las delicias...

La rapidez del movimiento dentro de las ciudades arrastra a quien va sobre ellas, como un gran carrusel donde sólo vemos por unos instantes lo que el panorama nos muestra, pero no podemos alcanzarlo, mucho menos detenernos a disfrutarlo. El rojo de la obra todo lo vuelve igual, no hay diferencias con un solo vistazo, sólo con detener la mirada y observar podemos apreciar los distintos matices de cada espacio que sugiere un lugar.

Al igual que con el carrusel, siempre son los mismos panoramas con cada vuelta. Nuestro caminar en la ciudad siempre es el mismo: las mismas calles, la misma ruta al hogar, trabajo, etc. No distinguimos la diversidad que el panorama tiene para nuestros ojos, todo es nebuloso en nuestro caminar, sólo cuerpos sin rostro, e igual somos para los demás.

Manchas de luz y sombra que se mueven al paso del tiempo, objetos borrosos que no tienen la menor importancia para nosotros. Así es la obra de Grosz: manchones de color sin importancia aparente, pero que aun así atraen la curiosidad.